Por E. S. Ortiz González
1. Señalo un punto en el mapa.
— Eso es Tombuctú.
Un boleto para Tombuctú entonces.
Es adonde debo llegar.
2. Billete en mano,
Tombuctú se convierte en duda.
Un motín en el barco. Sed,
hambre. La depredación del hombre
por el hombre. Un barco borracho,
perdido para siempre de la senda
hacia Tombuctú, sus mujeres,
rones y mosquitos,
la selva de mi Tombuctú
para siempre ignota
a pesar de mi empeño
en descubrirle.
Peor suerte será quedarme.
Agarro la maleta
y presento mi boleto.
3. En mi camarote,
leo la siguiente inscripción
garabateada arriba tras de la puerta:
no enfermes, sé vigilante,
conserva tu fuerza.
Tu educación rumbo a Tombuctú
ha comenzado.
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Agosto, 1924.
— Hiroshi Akatagawa
(versión de e.s. ortiz-gonzález)