por Sheika Gómez Hernández, Puerto Rico Te Quiero
No pasa un día en que desde una celda en Tennessee [SIC], uno de los luchadores más comprometidos con la independencia de Puerto Rico no desee estar “del otro lado”. No hay una mañana en que desde un apartamento en Santurce, su hija, al tomar una taza de café, no piense en él. Y con el deseo de estar uno con el otro han vivido 34 años, Oscar López Rivera y su única hija, Clarisa.
Detrás de toda lucha existen personas que no han escogido su destino. Esa ha sido la historia de Clarisa, quien desde su niñez imaginó la figura de un padre que no había conocido. Oscar López Rivera, preso político puertorriqueño, estaba en el clandestinaje desde antes del 1981, año en fue apresado. Sus primeros doce años en prisión los pasó en aislamiento total. Así, su hija se fue formando sin la figura de un padre pero con la crianza de unos abuelos y una madre trabajadora, que a pesar de la pobreza, le dieron todo lo necesario para seguir adelante: una educación.
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